Los rezagos de la era analógica, que aún persistían en el mundo prepandemia en sus últimos pataleos, finalmente llegaron a su fin.
Por Ulisses Cabral.
Sin dudas estamos inmersos en transformaciones traumáticas, entre ellas la omnipresencia de pantallas. Sin embargo, esta puede ser una oportunidad para que desde el mundo empresarial adoptemos un mejor liderazgo, acorde a las necesidades y el contexto. Aquí lo importante es reconocer que el cambio es la única constante.
Lo impensable finalmente se hizo realidad. De trabajar a oficinas, pasamos a trabajar en mayor medida en nuestros hogares; el teletrabajo trajo además lógicas diferentes. Hoy valoramos más las soluciones creativas, disruptivas que tengan como fundamento la mayor flexibilidad posible.
¿Cuáles son algunas de estas nuevas lógicas que ya no podemos ignorar a la hora de liderar? En primer lugar, la presencialidad ya no es imprescindible. Esta nueva verdad, casi un nuevo axioma, en realidad abre las puertas a posibilidades maravillosas para todos. Las fronteras desaparecen. Las soluciones se vuelven más ágiles, las ideas fluyen y esto nos permite ganar competitividad. Ahora como nunca se nos abre la oportunidad de abarcar más mercados, romper barreras y llegar más allá, con la ambición como motor.
Por último, esta abrupta transformación nos exige ser adaptables. Ser capaces de reinventarnos y de ejercer una saludable humildad que nos motive a estar en constante aprendizaje. También, por supuesto, ser capaces de evaluar nuestras acciones y reconocer nuestros errores para enderezar rumbos lo más pronto posible.
¿El mundo cambia? Sí, siempre lo ha hecho. Ahora nos toca vivirlo de una manera radical. Pero es una puerta a una nueva etapa para ejercer liderazgos más eficientes y positivos. Porque en este camino de grandes cambios el que se queda quieto pierde.